07 abril 2008

Buenas tardes joven...


[Paula paseaba por el parque que hacía una semana el ayuntamiento había terminado de "construir" junto al edificio donde había decidido empezar a vivir su "nueva vida". Paseaba sin prestar mucha atención a lo que sucedía a su alrededor, paseaba por ese entorno que había soñado idílico y que ahora le resultaba indiferente, paseaba... Sólo paseaba. A Paula le gustaba andar sin rumbo, aunque eso ahora significara dar vueltas sobre aquella circunferencia vegetal recién inaugurada. Ni siquiera lograba percibir el olor de la mimosa plantada en la esquina derecha, junto a un plantel de margaritas recién florecidas, y que, en otras circunstancias, hubiera aspirado mientras en su memoria se hacinaban recuerdos de su infancia. Los sonidos que otras veces hubieran llamado su atención, ensordecían al acercarse a su oído ausente de la necesidad de esa musicalidad cotidiana que tanto le gustaba apreciar. Dejó pasar por delante de sus pies una pelota que rodó hasta la carretera y decidió sentarse en el banco que quedaba a su izquierda. La mujer de negro que estaba sentada en el otro extremo le dio confianza, le recordaba a su abuela]

— Buenas tardes.

[Masculló Paula sin mucho interés en recibir respuestas alguna]

— Buenas tardes joven.

[Respondió la abuela sonriendo contenta como quien abre la puerta de su casa a una visita esperada... Aún cuando su mirada reflejaba una profunda tristeza. A Paula le sorprendió la manera en que la anciana derrochaba alegría en forma de sonrisa a una desconocida.]

— ¿Se encuentra usted bien?

[le preguntó Paula]

— Perfectamente. ¿Por qué?

[contestó ella, con aquella sonrisa que no cesaba]

— Por nada. Me extrañó su expresión. Pensé que quizás le ocurría a usted algo... Aquí, sentada sola, sonriendo de esa manera a desconocidos... Así, sin más.

— Ayer murió mi marido...

[seguía sonriendo]

— Vaya, lo siento...

[Paula no supo qué decir, nunca sabía qué decir en esas circunstancias... No conocía a esa mujer, no conocía a su marido, ¿porqué tendría que sentirlo? Miró hacia el frente y dejó pasar unos minutos... Luego preguntó]

— ¿No lo quería? ... No la observo a usted muy triste.

[La "interrogó" con expresión perpleja, obviando lo que evidenciaba su mirada. Ella volvió a sonreir, esta vez con más fuerza... Y contestó a su pregunta, obviando lo impertinente de su observación]

— Con locura... Lo amé durante los cincuenta y dos años que estuvimos juntos... Y creo que no dejaré de hacerlo el tiempo que me resta por vivir. ¿Sabe joven? Siempre me hacía reir... Y sonreir... Prometí no dejar de hacerlo si algún día me faltaba... Creo que es el mejor homenaje que se le puede hacer a alguien a quien has querido, alguien que ha acompañado tu vida y que, además, ha conseguido hacértela feliz... Hacerte feliz. Si se puede llorar de alegría, también se puede sonreir de tristeza ¿no crees?

[Paula no respondió... Ahora sí "lo sentía". Se levantó, abrazó a aquella mujer desconocida que le recordaba a su abuela y desanduvo el camino hacia su "nueva casa", esa en la que había decidido vivir su "nueva vida"... SONRIENDO, escuchando, aspirando los aromas florales que se cruzaban en el hueco entre su sonrisa y sus (todavía) ojos tristes.]