14 enero 2011

1, 2, 3 y...



Me tiene totalmente conquistada, entregada, absorta, lo sé. Son más de las dos de la madrugada y, si por mi fuera, me hubiera quedado bailando toda la noche... Pero es que mañana toca trabajar... Trabajar, comer, descansar, aprender, cenar, charlar y, más tarde, practicar; sí, esos son los verbos que definen mi genial rutina de todos los viernes, últimamente. Siempre me ha gustado bailar, pero creo que nunca lo había hecho tanto, tan bien y tan gratamente como hasta ahora. Bailar contigo, contigo también y, especialmente, contigo. Es como... ¿Cómo te lo explicaría yo? Como aquello que cantó Sabina, «es soñar con los pies»... Y es jugar ( jugar por jugar), jugar a que todo va bien y a que nada es tan esencial ni tan sumamente importante como parece, es aparcar los problemas en la puerta, dar portazo a la desgana y pensar sólo en disfrutar, es olvidar todo lo que no vale la pena y recordar que existen otras maneras de aprovechar el tiempo, es creer que lo "peor" ya pasó y comprobar que es fácil volar, si lo intentas; es jugar a dejarse llevar (literalmente), a formar un círculo de dos donde la música es el único eje y absorber el ritmo que se cuela por los oídos y se desparrama por todos los rincones del cuerpo, transformándose inevitablemente en giro, contoneo, vuelta... Que sé yo, fluir sin más. Es volver a casa con una sonrisa, cansada pero animada a seguir (a seguir bailando), sabiendo que hay gente estupenda con la que compartir todo esto; es desear que llegue ya el próximo día, la siguiente tarde, la noche que viene, y poder bailar contigo, contigo también y, sobre todo, contigo...