París en noviembre
¿Sabes? París seguía tan bonita como la recordaba.
Aunque en noviembre el frío congela la punta de mi nariz y los dedos de mis pies me suplican otro par de calcetines, siempre es un lujo pasear por sus calles y observar todo lo que esta mágica ciudad ofrece orgullosa a la vista de mi curiosa mirada (y a la lente de mi cámara). De noche, de día, con sol, viento, lluvia y hasta con nieve, es difícil no enamorarse de ella y alegrarse del placer de disfrutarla. Las horas de un fin de semana que me ha parecido demasiado corto han pasado volando, como suele ocurrir cuando deseas parar el tiempo y saborear cada segundo. A mis piernas, cansadas de recorrer suelo parisino, les hubiera gustado dar unos cuantos pasos más entre anécdotas, charlas, risas... Entre momentos inolvidables, rincones donde perderse, reflejos de nostalgia, portales de recuerdos y clicks fotográficos.
¿Sabes? París sin ti ha sido diferente. No digo peor sino diferente. Algunos rincones pronunciaban tu nombre... Y el asiento vacío a mi derecha en el avión, la búsqueda de tu sonrisa en mi recuerdo contemplando la Torre Eiffel o mi mano izquierda congelada bajo un pequeño chaparrón de copos que anunciaban nevada, me recordaban que "ya no estás”. Y, aunque en principio no fue fácil espantar a los fantasmas y olvidarme de uno de los "porqués" de mi corta visita a la ciudad de la luz, como dicen, no importa el lugar sino las personas y, una vez más, compartir este corto viaje con quienes me dejé caer hace unos meses por tierras alemanas (y alguna más) ha sido, sin duda, otra de esas experiencias para no olvidar.
A vosotras… GRACIAS por hacerme sonreír, y hasta reir, y…
¿A quién le toca tirar las monedas?