28 julio 2006

Un recuerdo... mi abuela


En hora temprana acostumbra a aparcar el sueño... Con torpeza y leve esfuerzo se levanta de la cama; se coloca su bata azul, que cada año le queda más grande; y baja despacio las escaleras, apoyando con una frágil mano su cuerpo sobre la pared encalada hace unas semanas. Con los andares que la edad le permite se dirije al baño, para lavar y refrescar una piel que, ya hace mucho tiempo, perdió la textura lisa que la juventud proporciona. No hay nadie... todos están durmiendo. Abre las puertas verdes de la vieja masía y asoma su cabeza entre las tupidas cortinas que no dejan pasar la luz de lo que parece que va a ser un día espléndido. Hace sol... y entre los árboles que bordean lo que en tiempos fue un intento de campo de fútbol, algunos pájaros se atreven a entonar su canto. Sonríe...

No hay nadie... todos están durmiendo. En una sartén, negra por el tizne del uso continuado, vierte una copiosa laguna de aceite, enciende cuidadosamente el fuego y lo pone a calentar. Amasa la mezcla de una receta que alguien debería aprender algún día... En un cazo de acero, que tiene que lavar por el sucio poso dejado la noche anterior, se prepara su primer café con leche; ese que sabe a gloria y que despeja la suave neblina que ha dejado en la cabeza una noche de sueño profundo. Bosteza...

Entre la tranquilidad y el silencio de esas horas de la mañana se escuchan los primeros ruidos... el crugir de los muelles de una vieja cama, pasos arrastrados, ventanas que se abren, puertas que se cierran, alguien que corre escaleras abajo... ¡Buenos días, abuela!

El aceite ya está listo y se dispone a preparar la primera de lo que será una cantidad exagerada de «tortas». Coge un poco de masa, hace una bola, la aplasta, la estira y la coloca hábilmente en la sartén, vuelta y vuelta hasta que esté dorada... con el cuidado oportuno que merece cada una de ellas las va colocando sobre un plato de cerámica blanca y las espolvorea con azúcar. «Para mi la primera», grita el más joven de sus nietos, «yo la quiero con cueva», se oye decir a otro; en pocos minutos los tiene a todos rodeando su diminuta figura. Esboza una sonrisa sin apartar la mirada del fuego, donde se está friendo lo que pretende ser una torta con forma de muñeco, que una de sus creativas nietas se ha atrevido a moldear. Suspira...

Jaleo... todos están despiertos. En la chimenea arde el fuego y ya se ve brillar entre los troncos quemados el rojo intenso de las primeras brasas. El éxito es el desayuno que ella felizmente prepara cada domingo, «las tortas de la abuelita», aunque hay a quien por variar le apetece hacerse unas tostadas, o quizás un huevo frito con ajos, incluso alguno atreve a zamparse el menú completo acompañado de un sorbo del mejor vino tinto, buen desayuno. La cocina es un ir y venir de gente entre el ruido que produce el tintineo de cucharas dando vueltas al café, palabras entrecruzadas, el chasquido de ramas secas que queman en la lumbre avivada, el golpeteo del agua contra la piedra del fregadero, voces aquí y allá, risas que se cuelan por la ventana...

Su tarea, que realiza cual trabajo remunerado y a sabiendas agradecido de los que de él disfrutan, ha finalizado. Acierta a apagar el fuego y cerrar el gas de una roñosa bombona de butano naranja. Se sienta en un rincón, sobre un tronco colocado estratégicamente que hace las veces de asiento. En una mano un vaso con lo que queda del café con leche recalentado que se ha preparado a primera hora; en la otra un trozo frio de torta que alguien dejó sobre el plato. Observa y disfruta de la felicidad complacida de su familia, atenta a la conversación que su malogrado oído derecho no le deja escuchar con claridad...


Eva (dixit)

22 julio 2006

A veces sucede


Hoy fue uno de esos días que yo llamo "especialmente espesos"... de esos en los que el estómago parece inquieto y fuerza su empeño en vomitar un grito ensordecedor por la boca. Pero hoy, no grité. Escribí en forma de mensaje cuatro palabras de una canción que me hizo estremecer, sin obtener la respuesta oportuna. Quizás habría sido mejor no recibir respuesta alguna, y así, el ansiado olvido hubiera carcomido la estresante energía pensativa de mis malogradas neuronas. Y es que cuando una no entiende según que situaciones "extrañas" es difícil aferrarse a un simple halo de positivismo. Porque aquí la que escribe, se promete repetidas veces no volver a caer en la trampa de la credulidad, la comprensión y el entendimiento para con quien no lo merece. Pero ahí que va de cabeza! Y claro, cuando alguien se lanza a una piscina sin asegurarse de si el lugar donde pretende zambullirse es lo suficientemente hondo, cabe la posibilidad de pegarse un buen morrazo... y el golpe, créanme, duele.
Así que hoy me dediqué a pensar... o más bien a divagar desvariando en pensamientos. Algo que suelo hacer con más frecuencia de la que desearía. Salí a pasear... sola. Hubiera estado bien esa cervecita, en cualquier terraza, tomando el aire y charlando... pero creo que hoy, en el fondo, necesitaba estar sola.
Fui a lavar el coche. Me sorprendí, sonriéndome irónicamente a mi misma, al pensar en la metáfora del coche como un "yo" y ese lavado como parte de lo que debo hacer con mi vida. Pues el coche (es decir, yo) necesitaba con urgencia una buena mano de jabón para arrancar la porquería que tanto tiempo a la intemperie había acumulado en su superficie. Que ya por los cristales se hacía incluso difícil ver... y si una no ve, no se conduce. Bueno está el patio para ir saltándose semáforos en rojo y a la vez restando puntos. El chapuzón le ha sentado momentáneamente bien, pues igual mañana llueve y el esfuerzo se va literalmente al traste. Ahora brilla por fuera como nuevo, luce su azul eléctrico (como siempre) ante los ojos de quienes lo observan. Hasta un masaje a base de cera le ha propinado el automático. Pero por dentro, nadie lo aspiró. Sigue el polvo acumulado en los rincones... papeles arrugados en cualquier hueco... algunas migas que cayeron al suelo por descuido... escritos esparcidos por el maletero. Quizás mañana, o tal vez pasado, le de el repaso que se merece... Quizás.
Hace un momento salí a la terraza. Es lo que tiene el calor, que te obliga a salir afuera aunque lo que más te apetezca es estar ahí tirada sin más en el sofá. He salido como tantas otras veces... con los pies descalzos; agradecida de que el aire acaricie mi cuerpo y me regale unos instantes de frescor; como acostumbro a hacer, apoyo mis codos sobre el muro que sostiene el tejado, enciendo un cigarrillo, y alzo la mirada en busca de la Luna. Hoy ella no estaba. "Sólo" había estrellas quebrantando el negro de un cielo sin nubes. Otra vez el maldito nudo en el estomago... y una lágrima. No soy yo mucho de pozo de los deseos, ni de tirar monedas a fuentes, menos de velas que poner a santos... pero en ese instante preciso me ha venido una frase a la cabeza, y la he pronunciado en voz baja: «cambio mi vida por una estrella fugaz». Y, como a veces sucede, simplemente... MAGIA!

Así que como "lo prometido es deuda"... intentaré dar un giro a mi vida, aspiraré el coche, no escribiré más palabras a quien no las merece... mañana será otro día.


«Búscame cuando me halla ido, entre escombros del olvido,
que no hay lágrima que valga para curar mi destino,
que se cansa, que dice que tiene artrosis en el alma»


[ Búscame - Miguel Domingo ]



Te lo cuento con música: La vie en rose - Edith Piaff


Estado: sorprendida / Resultado: cambio

15 julio 2006

La chica del banco



Duerme en aquel banco verde, el que se encuentra entre los dos únicos sauces llorones que alguien plantó en el parque. Cuando todos en sus casas cubren su cuerpo con sábanas del mejor tejido o con las últimas que compraron en oferta, ella apoya su cabeza sobre su inseparable mochila azul. No tiene reloj, ni horario, ni calendario... sólo vive. Ha inventado su mundo entre dos aceras sin necesidad de nada más. Sus ojos se pierden curiosos observando el paisaje que se mueve a su alrededor, zapeando su mirada hacia cualquier pareja que pasea cogida de la mano, esos fotogramas se velaron en su memoria... y su canal musical preferido es el de los niños que juegan dando gritos al salir de clase en "su jardín". De vez en cuando se deja acompañar por algún transeunte a quien ofrece amable su oído. Nadie sabe cuándo llegó, parece que siempre estuvo ahí, tocando a ratos su flauta de madera y exponiendo sus fotografías, esas que captó en otros tiempos, cuando todo era mejor aunque peor... cae alguna moneda dentro de lata, incluso algún billete si el día está bueno. Su meta es hoy, no existen ni mañanas ni ayeres que contemplar; del pasado extrajo la experiencia convertida en exigencia de no volver a caer en las redes de lo que para todos es "normal"... y el futuro es sólo otro amanecer. Pinta corazones en el suelo, gira diez veces sobre sí misma, con los brazos abiertos, embriagándose del olor de las flores recién plantadas... y su mascota es un caracol.
Una vez le gritaron "loca", y ella sonrió... "locos los que van por la vida, corriendo arriba y abajo, sin un minuto que perder".

Todos opinan... nadie sabe su nombre...


«Uno se cree, que las mató el tiempo y la ausencia. Pero su tren vendió boleto de ida y vuelta»

[ Aquellas pequeñas cosas - Serrat ]



Te lo cuento con música: Comedia Divina - Presuntos Implicados


Estado: nostalgia (la de Sabina) / Resultado: esperanza

04 julio 2006

25 años las separan...