¡Eh, tú! Sí, sí, tú, el de ahí abajo. ¡Quieres dejar ya de hacer el tonto! Que si ahora «sí», que si ahora «no», que si «ay, qué malito estoy». Siempre la misma cantinela. Mira que yo soy complicada y, lo reconozco, hasta cansina y rebuscada; pero es que tú, tú estás siempre con lo mismo. La misma historia una y otra vez, una y otra vez. Está claro que no aprenderás nunca. Te dicen «déjate llevar» y te das de bruces contra la misma farola... ¡Plof! ¡ay! ¡uy! ¡buaaaaaah! (pobrecito). Ya, ya sé que yo no te ayudo mucho, que te complico un poco la existencia y que no te dejo volar; pero lo hago con la mejor de mis intenciones y mi único propósito es ayudarte; ver lo que tú, ciego de nacimiento y espíritu, no eres capaz de ver... Lo he intentado de todas las maneras, pero es que, tíooooo, ¡mira que me has salido cabezota! (que bueno que sea yo la diga esto ¿no?); te enterneces, te aceleras, te embobas, y al final acabas haciendo lo primero que se te cruza y a mi que me den; luego me vienes llorando pretendiendo que sea yo la que arregle el desaguisado y lo ponga todo en orden. Que sí, que sí, que sé que es difícil que nos pongamos de acuerdo, que yo también soy un pelín complicada y le doy la vuelta a todo; pero me reconocerás que cuando lo hacemos, cuando conseguimos estar a la par... Mmmmmm, ¡es una maravilla! ¿No crees que ambos deberíamos ser más razonables? (no se si esto en tu caso es viable). Quizás si los dos ponemos de nuestra parte es posible que lo consigamos, ¿no crees? Vale, sí, te lo prometo por mis queridas neuronas, yo intentaré ser menos rayante, más conciliadora y te dejaré hacer (espero no arrepentirme de lo que acabo de decir); pero, vamos a ver, ahora escucha atentamente y déjame que, en esta ocasión, sea yo la que diga la última palabra, seré escueta y concisa, a ver si así lo entiendes de una vez... ¡¡¡ESPABILA!!!
[ le dijo la mente al corazón ]