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Me robas las horas en las que mis pensamientos debieran estar descansando sobre las plumas sin mullir de mi almohada. Esas que dejo volar a través de esta ventana sin contar los minutos en los que tus palabras hipnotizan mi atención. No te conozco y, sin embargo, eres capaz de exprimirme lo que a otros soy incapaz de desnudar. Quizás eres perfecto en ese país cerebral donde la realidad no tiene cabida y la imaginación campa a sus anchas moldeando instantáneas con cada una de las frases que te leo y me hacen estremecer.
Tal vez no me equivoque cuando escucho a mi corazón susurrarme que sí "vales la pena". Las sombras son la parte innata de la luz. Posiblemente estás ahí porque mi "oscuridad" necesita que estés. Disfruto escuchando lo que me cuentas sin voz en mis noches, aunque al día siguiente mis párpados no te den la razón.
Seguramente, si nuestras miradas se hubieran cruzado algún día en esa penumbra que ambos sabemos, aún sin haber intercambiado contigo una sola vocal, te habría reconocido... «hola, qué tal»